• 14 de noviembre de 2024
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Columna de Opinión de Mariela Núñez Ávila, Doctora en Ciencias (FREVS).

La biodiversidad incluye el nivel de genes, especies y ecosistemas, pero pocas veces se aborda el nivel de ecosistemas y sus amenazas. Es allí donde habitan los organismos vivos, interactúan entre ellos y con el sistema abiótico (agua, aire, suelo), formando una máquina en la que cada parte se combina para crear un sistema con funciones más complejas, como la regulación del caudal o la captura de carbono en un bosque nativo.

Si bien el uso comunicacional de especies carismáticas, o en este caso “la especie embajadora de la fauna chilena 2024,” ayuda a aumentar la simpatía y la adhesión ciudadana junto con el sentido de pertenencia hacia nuestra fauna nativa, esto debe ir de la mano con políticas públicas que promuevan firmemente la conservación y protección de los ecosistemas que son el hábitat, o casa, de aquellas especies altamente amenazadas que buscamos proteger.

El chungungo está en peligro de extinción y habita la costa a lo largo de todo Chile, la cual está cada día más degradada y contaminada debido a diversas actividades humanas. Las aguas dulces que ingresan desde el sistema terrestre al marino están contaminadas con sedimentos por el uso agrícola y forestal extensivo dentro de las cuencas hidrográficas, desechos industriales, desechos mineros y aguas servidas no tratadas provenientes de poblaciones humanas concentradas, semicentradas y dispersas, especialmente en zonas rurales y extremas de Chile. El alimento del chungungo, como algas, moluscos y peces, está sobreexplotado, y los crustáceos, que no logran sobrevivir a la contaminación, hacen inviable la mantención de sus poblaciones a largo plazo.

Su pariente cercano, el huillín, que habita en madrigueras dentro de los bosques ribereños del sur de Chile, también está en peligro de extinción. En Chiloé, los bosques nativos almacenan agua y permiten la existencia de cauces superficiales donde vive esta especie. Sin embargo, estos ecosistemas se están perdiendo a un ritmo alarmante debido a la tala ilegal para leña y, más recientemente, para habilitar parcelas de agrado. La misma suerte corren el pudú y el gato güiña, que mueren atropellados en caminos mientras deambulan por la falta de hábitat donde puedan encontrar alimento y reproducirse.

En el norte, los salares son el hábitat de los maravillosos flamencos. Estos ecosistemas están cada día más amenazados por el creciente interés en la explotación y venta de litio. El huemul, uno de los emblemas de nuestro escudo patrio, ha visto drásticamente disminuidas sus poblaciones debido a la pérdida de su hábitat.

El hábitat de “Fiu” son los humedales, pero durante los juegos Panamericanos y Para panamericanos celebrados en nuestro país en 2023, poco y nada se habló sobre la importancia de conservar la casa de esta carismática especie, mascota oficial del megaevento deportivo más importante de la historia de Chile. Al contrario, la presión inmobiliaria ha avanzado rellenando y convirtiendo estos frágiles ecosistemas en conjuntos habitacionales, que luego sufren inundaciones durante lluvias extremas.

La semana pasada se encontraron muertas dos ballenas jorobadas dentro de instalaciones de salmoneras: una en el Parque Nacional San Rafael y otra en la Reserva Nacional Kawéskar. El presidente, Gabriel Boric, señaló que las industrias como las salmoneras deben salir de las áreas protegidas, algo que aún está pendiente de ejecutar.

Este enfoque exclusivamente en especies carismáticas provoca que, por un lado, que la derecha nos catalogue como “izquierda woke” y, por el otro, que la izquierda estigmatice la lucha medioambiental como una causa de clase, es decir, de personas acomodadas que tienen la vida resuelta.

Esto está lejos de la realidad. Como seres humanos, compartimos estos hábitats con muchas de estas especies en peligro de extinción; los impactos que las afectan también repercuten en nuestra calidad de vida. El ecologismo, lejos de ser woke, se preocupa por los ecosistemas que se han convertido en zonas de sacrificio, donde están los más pobres y enfermos, como ocurre en Puchuncaví; por quienes no tienen acceso al agua potable, como en Petorca o en las zonas rurales de Chiloé que hoy sufren escasez hídrica; y por quienes no tienen acceso a alimento ni trabajo, como los pescadores artesanales, porque los recursos marinos se han agotado tanto para ellos como para el chungungo.

Debemos avanzar en la conservación y protección de los ecosistemas marinos y terrestres. Contamos con instrumentos vigentes que, si se aplican correctamente, pueden ayudarnos a cumplir esta meta. Por ejemplo, las gobernaciones regionales pueden elaborar y actualizar los planes de uso del borde costero y los planes de ordenamiento territorial, lo que nos permitiría primero mantener los servicios ecosistémicos para satisfacer necesidades humanas básicas, como el acceso al agua para consumo humano y agricultura o alimentos desde una agricultura regenerativa, entre otros.

Posteriormente, sería posible organizar de manera armónica el desarrollo económico y social en el tiempo y el espacio. También debemos avanzar en la gestión y manejo a escala de microcuencas, lo que permitiría viabilizar una gobernanza local y llevar a cabo acciones co-diseñadas y luego ejecutadas por los habitantes locales con el apoyo de instrumentos de fomento del Estado.

El Servicio de Biodiversidad tiene la facultad de dictar y ejecutar políticas, planes, programas, normas, acciones y actos administrativos para la conservación de la biodiversidad mediante la preservación, restauración y uso sustentable de genes, especies y ecosistemas, una tarea pendiente y urgente de implementar por parte del Ministerio del Medio Ambiente.