El recién nombrado subsecretario del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Cristian Cuevas, recibe el llamado con la calma de quien conoce a fondo los caminos de la ciencia nacional. Militante de la Federación Regionalista Verde Social, su carrera se ha forjado entre universidades, investigación aplicada y el desafío constante de cómo hacer que la ciencia salga de los laboratorios para mejorar la vida cotidiana de las personas. En esta conversación, Cristian repasa su historia, su visión de la ciencia como herramienta transformadora y los desafíos que enfrenta Chile en un contexto global y local.

“Todo comenzó en la Universidad de Santiago de Chile”, rememora. En su etapa como investigador en un centro de estudios sobre educación superior, se sumergió en las llamadas «tres misiones universitarias»: la docencia, la investigación y la vinculación con el medio. “Ahí pude ver cómo la academia responde a desafíos concretos, pero también cómo puede transformarse para impactar más allá de sus aulas”, dice.

El momento clave llegó con «Ingeniería 2030», un instrumento de Corfo que invitaba a repensar las facultades de ingeniería para formar profesionales capaces de enfrentar grandes desafíos nacionales. “La idea era simple pero ambiciosa: cómo formar ingenieros con competencias en innovación, sustentabilidad y habilidades transversales, que agreguen valor a nuestra economía y reduzcan nuestra dependencia de materias primas”.

Fuente: Desafía Ciencia

Desde ahí, Cristian saltó a la Universidad de Tarapacá en Arica, donde su rol fue crucial: ayudar a que los descubrimientos científicos no se quedaran en el papel. “La transferencia tecnológica es fundamental. Por ejemplo, apoyamos a investigadores que trabajan con bacterias extremófilas –bacterias que resisten condiciones extremas– para crear biofungicidas y bioestimulantes. Esto permite una agricultura más eficiente y sostenible en zonas áridas como el norte de Chile”. Pero los logros no se detuvieron ahí. Ayudaron también a rescatar el tomate “poncho negro”, una variedad ancestral con uno de los más altos niveles de licopeno en el mundo. “Trabajamos con guardianas de semillas que defienden la pureza de este tomate. Hoy tenemos inscrito el primer tomate chileno no transgénico en el país”, cuenta con orgullo.

La ciencia chilena: efectiva pero limitada

Cristian reconoce el valor de la ciencia nacional, que ha logrado destacar con pocos recursos. “Chile invierte apenas el 0,36% de su PIB en ciencia y tecnología, muy lejos del 2% promedio de los países OCDE. Sin embargo, nuestros científicos son competitivos y están entre los más citados del mundo”. Pero no es suficiente.

Para Cristian, el desafío es claro: “La ciencia debe impactar en los territorios. No podemos depender de soluciones extranjeras que a veces no responden a nuestras necesidades locales. Tenemos el talento y los conocimientos necesarios para resolver los problemas desde nuestras regiones, con pertinencia cultural y social”.

Fuente: Radio del Mar

El valor del conocimiento ancestral

Al hablar del futuro, Cristian da un giro inesperado: el conocimiento ancestral. Para él, este es un tema central y debe convivir con la ciencia moderna. “Hay conocimientos locales y ancestrales igual de válidos que el conocimiento científico. Por ejemplo, las comunidades del salar de Atacama monitorean su estado desde su cosmovisión. ¿Cómo integramos esos saberes con los hallazgos científicos? Ahí hay una oportunidad inmensa”.

La ciencia como vehículo de esperanza

Finalmente, el subsecretario habla de una de sus mayores motivaciones: la ciencia como motor de esperanza y progreso. “La ciudadanía ve en la ciencia una herramienta para enfrentar problemas reales. Hoy, frente a la crisis climática y los puntos de no retorno que cruzamos, la ciencia tiene que empoderar a las personas, ayudarlas a entender las rutas que estamos eligiendo como humanidad”.

Consciente de los desafíos, Cristian vuelve a su visión política, centrada en la descentralización: “Chile no puede tener una ciencia centralizada en Santiago. Las regiones deben ser protagonistas de sus propias soluciones. Mi apuesta es mapear, visibilizar y potenciar a todas las comunidades y actores que están generando conocimiento”.

Antes de despedirse, deja una reflexiva frase:: “El ministerio tiene una oportunidad única de convertir el conocimiento en esperanza. Chile tiene que confiar en su ciencia, en sus territorios y en su gente”.