• 7 de noviembre de 2024
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Columna de Opinión de Rodrigo Cerda, ingeniero ambiental y exasesor de OPS/OMS en materia de emergencia y desastres.

Los recientes desastres naturales en Valencia, España, y Viña del Mar, Chile, han dejado en evidencia la vulnerabilidad de nuestras ciudades ante fenómenos climáticos extremos y la insuficiencia de las respuestas estatales. Tanto el temporal que desbordó ríos e inundó áreas urbanas en Valencia como el devastador incendio en Viña del Mar, que cobró vidas y destruyó más de 12 mil viviendas, de las cuales más de 8 mil fueron totalmente destruidas, reflejan los desafíos que plantea la crisis climática. Estos eventos también resaltan la importancia de fortalecer las respuestas locales y comunitarias, un enfoque que los Regionalistas Verdes en Chile apoyamos decididamente.

Gobernaciones Regionales y municipalidades: Pilares de una respuesta eficaz

Los Regionalistas Verdes han abogado intensamente por el fortalecimiento de las gobernaciones regionales y el papel de los municipios en la gestión de emergencias. Estos actores, al estar más cerca de las comunidades, tienen la capacidad de entender mejor sus necesidades y actuar de manera rápida y eficaz. El desafío que debemos asumir es que las gobernaciones y municipios sean los primeros en responder, equipados con recursos y formación adecuada, para que puedan proteger a la ciudadanía en situaciones críticas. Este enfoque también requiere un marco de políticas públicas que dé prioridad a los recursos locales y fomente la autonomía de las regiones para diseñar sus propios planes de emergencia climática.

Ciudadanía organizada y capacitada: la respuesta colectiva como bien público

Los Regionalistas Verdes subrayan que la mejor política pública para enfrentar los desastres climáticos es la que fortalece a las comunidades en su conjunto. En lugar de fomentar soluciones individuales, como la construcción de refugios privados o respuestas aisladas, estamos convencidos de que la salida a esta crisis debe ser una tarea colectiva, basada en la solidaridad y el trabajo conjunto. Capacitar a los ciudadanos y dotarlos de herramientas para enfrentar las emergencias no solo aumenta su resiliencia, sino que también construye un sentido de pertenencia y compromiso mutuo.

La participación ciudadana temprana en los desastres de Valencia y Viña del Mar es prueba de que las comunidades, cuando se convierten en el pilar de la estructura de apoyo, pueden reaccionar rápidamente y salvar vidas, así como ser los primeros en las labores de respuesta ante el desastre. Sin embargo, esta respuesta espontánea debe transformarse en una estrategia sostenida a largo plazo, donde la formación y el empoderamiento comunitario se integren en la política pública de gestión de desastres.

La propuesta del semáforo de emergencias y el rol del naranja

Como parte de una respuesta integral, el ambientalista chileno Manuel Baquedano ha propuesto agregar un cuarto color, el naranja, al semáforo de emergencias. Este nuevo color, entre el amarillo y el rojo, serviría como una prealerta que movilice a la población y a las autoridades locales antes de que la situación se torne crítica. La inclusión del color naranja no solo busca evitar el caos de la emergencia roja, sino también ofrece una oportunidad para que las comunidades actúen de forma colectiva y preventiva.

Esta alerta temprana permitiría que las gobernaciones regionales y los municipios movilicen sus recursos, al tiempo que las comunidades se organizan y se preparan para actuar de manera conjunta. Sería una herramienta esencial en una política de emergencias que enfatice la importancia del bien público de la participación ciudadana, por encima de respuestas individuales.

Un nuevo paradigma en la gestión de emergencias climáticas

La crisis climática ha transformado los desastres naturales en una amenaza constante. Los Regionalistas Verdes creemos que enfrentar este desafío requiere rediseñar algunos aspectos de la actual política de emergencias para que las comunidades y los gobiernos locales sean el eje central de la respuesta. La solidaridad, el apoyo mutuo y la coordinación entre municipios y ciudadanos son, en este sentido, bienes públicos de enorme valor.

Incorporar una visión colectiva no solo es una forma de prepararnos mejor, sino de construir una sociedad más resiliente y unida frente a los efectos del cambio climático. En un mundo donde los desastres climáticos son cada vez más frecuentes, la mejor política pública es aquella que fomenta la cooperación y la fortaleza comunitaria.