• 15 de diciembre de 2023
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Columna de Opinión de Viviana Díaz, concejala de Temuco, presidenta Fundación Karün

Hemos perdido el compromiso con las cosas. Nos desvinculamos del trabajo detrás de ellas, de su proceso de extracción en forma de materia prima, de su elaboración en la forma de producción, y de su distribución desde un lado del planeta hasta otro lado del planeta. Y como si nada de esto fuera costoso, doloroso, y casi un milagro del hacer humano; un día las botamos para deshacernos de ellas. Hace algunos años atrás, se compraba un electrodoméstico para unos 40 años y si se estropeaba se enviaba a un taller a reparar. Las cosas costaban y los talleres prestaban un servicio importante. Existían talleres de diferentes especialidades con sus respectivos mecánicos, sus modistas, sus carpinteros, todo se reparaba y volvía a su uso habitual, pudiendo durar un par de años más.

Hoy, ya nadie se preocupa de arreglar los artefactos. Los desechamos simplemente. No se encuentran los repuestos, es más barato comprar uno nuevo, no existen ya los talleres, ni el conocimiento para repararlo. Pareciera que viviéramos en una obsolescencia programada. Esta es la linealidad de la producción actual de las cosas: las producimos, las consumimos y las botamos. Y este modo de vida lineal de las cosas nos ha generado una gran cantidad de basura electrónica de todo tipo de productos que son difíciles de reciclar y que son altamente contaminantes.

Necesitamos hoy más que nunca rediseñar nuestro modo de vida, cómo se fabrican los productos que consumimos y las consecuencias medioambientales que genera su posterior desecho. Necesita urgentemente que vuelvan los talleres de todo tipo, para reducir el consumo y reducir la producción y generación de toneladas de basura tecnológica. La reparación de los artefactos nos permitiría reinsertarlos en el ciclo del uso y del consumo, sin hacer de la vida de las cosas un flujo lineal, sino uno más económico, armónico y circular.

Que vuelva el cerrajero, el zapatero, la costurera, los mecánicos de todo tipo, los hojalateros, los albañiles. Dignifiquemos los oficios porque son amables con el medioambiente y necesitamos que nuestros niños tengan también un futuro para soñar.