Columna de Opinión de Giovanka Luengo, Coordinadora Disidencias RM
“Legal o ilegal las mujeres abortamos igual”. Esta realidad es irrefutable: los estudios en esta materia indican que el aborto ocurre en todo el mundo, de manera importante, independientemente del nivel de ingresos del país, de la región o del estatus legal del aborto. De igual modo, según Lampter (2021), la penalización del aborto ha demostrado ser ineficaz en detenerlo; el aborto ilegal no reduce su número.
Un informe de The Lancet Global Healt señaló en 2020 que las tasas de aborto son más altas en los países que restringen el aborto que en los países en los que no. Además, la comunidad internacional -OMS, FPNU, CIPD, OEA- concuerda en que una sólida política de salud sexual y reproductiva, que abarque educación sexual, acceso a anticoncepción y la interrupción voluntaria del embarazo, sí reduce los abortos.
Sin matices, la propuesta de nueva constitución que será plebiscitada en diciembre próximo, abre la puerta a la eliminación de las 3 causales, restringiendo por completo el acceso al aborto, esta vez con estatus constitucional en la Carta Magna.
Esta propuesta de Constitución no sólo nos retrotrae a antes de 2016, sino que pone aún más trabas para la discusión sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo, y nos situaría en el reducido grupo de países que prohíbe totalmente el aborto y donde las mujeres enfrentan la posibilidad de morir y ser encarceladas por abortar.
Seamos serios, que haya quienes por razones morales o religiosas no estén de acuerdo con el aborto, no lo hace desaparecer y su prohibición basada en razones subjetivas es simplemente la imposición, por parte de un sector conservador, de dogmas particulares sobre la sociedad chilena en su conjunto.