Columna de Opinión de Braulio Meza, Coordinador Regional Región Metropolitana FREVS

En 2018, Naciones Unidas presentó los Principios Marco sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente, que se refieren las principales obligaciones de los Estados y las sociedades en materia de los derechos humanos relacionados al disfrute de un medio ambiente seguro, limpio, saludable y sostenible. Estos principios establecen obligaciones fundamentales de los Estados. Sin embargo, como señaló John h. Knox, primer relator de Naciones Unidas sobre derechos humanos y cuestiones de medio ambiente: esos principios “no son en modo alguno la última palabra sobre este tema. La relación entre los derechos humanos y el medio ambiente tiene múltiples facetas, y seguirán desarrollándose y evolucionando durante muchos años”. Complementó: “Quiero alentar a los Estados, las organizaciones internacionales, empresas, organizaciones de la sociedad civil y pueblos indígenas, y demás actores comprometidos con la protección de los derechos humanos y el medio ambiente a difundir y publicitar los Principios Marco, así como a tomarlos en cuentas en sus propias actividades”.

Esta columna tiene ese propósito: difundir este marco normativo y poner en debate estos principios e instar al Estado chileno en su conjunto a no esperar solamente las resoluciones internacionales respecto a los temas ambientales.

Los acontecimientos que han afectado a distintos países muestran que el cambio climático se hace evidente en fenómenos climáticos extremos cada día más cotidianos a nivel global. En Latinoamérica: Brasil y Colombia con inundaciones inusuales por la gran cantidad de agua caída en corto tiempo, la sequía que ha afectado a Uruguay, la cantidad de hectáreas quemadas en argentina, Brasil, Guyana, Colombia, por poner algunos pocos ejemplos. La crisis hídrica se hace visible en los diferentes territorios de la región.

Chile no escapa a ninguno de estos fenómenos climáticos. Los incendios producidos desde fines del año 2022 y que se extendieron durante todo el primer trimestre del 2023 y que sin duda nos afectarán en el siguiente periodo estival; las inundaciones producidas en la zona central del país provocadas por el denominado río atmosférico combinado con el fenómeno del niño. También hay que mencionar que en el verano del 2023 la Región Metropolitana, con más de 8 millones de habitantes, estuvo muy cerca del racionamiento de agua potable.

Dados todos estos acontecimientos, la pregunta es: ¿hasta cuándo esperaremos para poner manos a la obra y mitigar estos fenómenos que vinieron indudablemente para quedarse? Estamos en pleno proceso constituyente y se espera que una Nueva Constitución pudiera poner énfasis en este tema y asegurar a los chilenos del futuro que tendrán un país donde puedan desarrollarse y vivir en un territorio sustentable.

En los pasados incendios forestales, la programación de noticieros, matinales y programas de televisión que abordaron estos eventos, mostrando la desgracia de los chilenos que fueron afectados, los siniestros eran la noticia principal y muchos expertos daban soluciones para prevenir estos. Pero al final del día no tenemos aún ninguna ley que regule a las forestales y tampoco el royalty forestal ha visto la luz. Todo esto en el marco de un debate estéril de carácter ideológico que no resuelve las cosas mínimas. Cabe destacar que duerme en el Congreso un proyecto de ley presentado por el senador Alejandro Navarro en 2014 que buscaba que exista una distancia mínima de 500 metros entre los predios forestales y los asentamientos urbanos, rurales y caminos, y otra iniciativa legal de 2016 presentada por el senador Antonio Horvath, que plantaba mil metros de distancia con los asentamientos.

En enero del 2021, el Senador Navarro hacía un emplazamiento al presidente de la Comisión de Agricultura del Senado, Juan Castro, y al presidente Sebastián Piñera, “que den urgencia a este proyecto, porque no puede ser que los pinos y los eucaliptus sigan siendo más importantes que vidas de los chilenos y chilenas”. Pero pasó el tiempo y los incendios del presente año dejaron una veintena de muertos, centenares de heridos y aminales afectados de diferentes consideraciones. La inactividad del Estado vulnera los derechos básicos de sus habitantes.

Más tarde, las inundaciones también se tomaron la parrilla programática de los medios de comunicación visual. Lo que hace falta es que emprendan medidas para la mitigación de los efectos de estos. Se necesitan leyes que regulen la extracción de áridos de las riberas de los ríos, también un sistema de canalización de los cauces de agua, barreras de contención para los futuros desbordes de estos, regulación de los asentamientos y cultivos cercanos a las cuencas hidrográficas y fiscalización de todas las actividades humanas en las cercanías de la basura. Hay estudios de diversas universidades respecto a los efectos ambientales de la urbanización de las cuencas de los ríos sobre los riesgos de inundación y anegamiento de los sectores adyacentes. Por tanto, hay que hacerse cargo de la planificación del territorio, porque estos fenómenos seguirán ocurriendo y debemos prepararnos para ese momento desde ahora para no lamentar, como ya lo hacemos, la secuela de muertos, damnificados y animales afectados.

La crisis hídrica afectará, más temprano que tarde, a los grandes centros urbanos. La Región Metropolitana es la región más vulnerable a este fenómeno por la gran cantidad de habitantes y la importancia de los terrenos agrícolas de buena calidad para los cultivos. No podemos esperar lo que está sucediendo en Montevideo, antes debemos hacernos cargo y cuidar el agua dulce para la población, cambiar la matriz energética y no depender del agua para producir energía. Frete al tema de la basura, resulta urgente implementar planes de tratamiento de residuos y asegurar la alimentación de los habitantes del país.

Para asegurar el agua dulce, se deben invertir recursos en la desalinización del agua de mar con nuevas tecnologías para hacer sustentables estos recursos y por medio de una red de carreteras hídricas llevarla a las ciudades. Junto con ello también hay que cambiar la forma como evacuamos nuestras aguas grises y negras a los centros de tratamientos. Legislar con respectos a las aguas que utiliza la minería y su descarga de contaminantes a las fuentes de agua de las zonas intervenidas, proteger nuestros acuíferos y humedales naturales.

Cambiar la matriz emergentica a energía solar y eólica, es cada día más imperioso. Todo nuevo proyecto inmobiliario debe contemplar el uso de estas energías, así como empresas e instituciones públicas en general deben migrar a este tipo de energías. No puede ser que estemos tan atrasados en esta materia: una ciudad alemana es considerada la capital solar y sin duda tiene menos sol que muchas ciudades de nuestro país, en Europa ya se está trabajando en el parque eólico más grande del planeta.

Dada la escasez de los recursos hídricos la soberanía alimentaria es otro de los temas que deben ser abordados. En un encuentro en que participé, el debate era prohibir los asados con carbón o leña. Creo que el debate va más allá de eso. Cuando nos afecte la crisis hídrica no habrá carne y la poca agua debe garantizarse para el consumo humano y las hortalizas. Por lo tanto, el debate de la alimentación debe centrarse en resolver de donde sacaremos los alimentos. En mi humilde opinión, nuestro mar tiene la potencialidad para alimentar a la población, para eso hay que incentivar la acuicultura y la pesca sustentable.

La basura es otra arista para un Chile sustentable. Los vertederos ya no son una solución para los residuos. Es urgente implementar una política nacional para el reciclaje de base y el reciclaje municipal. La fiscalización y penalización sobre las mafias de la basura debe ser el eje del futuro del país. Muchos dirán que eso cuesta mucho dinero, pero la realidad es que mucho dinero se tendrá que gastar también si no hacemos nada al respecto.

Indudablemente el Estado deberá ya empezar una campaña de socialización y educación sobre estos temas, ya que si la ciudadanía no toma conciencia de la urgencia no podremos avanzar en forma efectiva y segura al Chile del mañana que conviva armónicamente con la naturaleza y con todas los seres vivos y formas de vida que lo habitan.