Desde la independencia hasta bien entrado el siglo XX, el 90% de la población estuvo excluida del sistema político. El sistema oligárquico negaba de los derechos políticos a los hombres sin propiedad inmueble ni capital invertido, sirvientes domésticos, soldados, cabos y sargentos y clero regular y, por supuesto, a las mujeres, confinada mayoritariamente a los espacios domésticos. No obstante, muchas mujeres comenzaron, con grandes dificultades, comenzaron a ocupar espacios que les estaban vedados por la fe y la cultura predominantes.
El primer espacio de conquista fue la educación. A pesar de la férrea oposición de muchos conservadores, las mujeres fueron conquistando espacios, primero como alumnas y luego como profesoras, en las escuelas elementales y en la educación secundaria, hasta el verdadero hito que significó su llegada a la universidad, bien avanzado el siglo XIX. Esta presencia femenina en la educación se complementó con la acción asistencial y de beneficencia y en el ámbito de la salud y la acción obrera, a través de su participación en ligas, fundaciones, federaciones, sindicatos, etcétera.